Badajoz, Huelva y Sevilla son las sierras donde nosotros encontramos el cerdo ibérico que buscamos para nuestros productos.

Existen tres ingredientes fundamentales: el cerdo (por su raza), la dehesa (que marca la alimentación y el régimen de vida) y el ganadero.

Trabajar codo con codo con ganaderos experimentados, que tienen en sus dehesas su forma de vida y que sienten el cuidado de su cabaña tanto como el cuidado de su ecosistema. Al igual que nosotros hemos heredado la elaboración de productos ibéricos como una forma de vida, aquellos ganaderos que entienden su dehesa como un patrimonio familiar tienen la profunda convicción de que este animal y este ecosistema ha de cuidarse para que lo disfrute la siguiente generación de su familia. Ese espíritu de longevidad, de permanencia genera actitudes conservacionistas que son el caldo de cultivo perfecto para la obtención del mejor cerdo ibérico año tras año.

Es por esta razón por la que nosotros enfocamos el grueso de nuestra producción con pequeños productores de porcino, dueños de sus dehesas y que trabajan la cabaña durante dos años pacientemente, sin prisas y con una cantidad de cerdos ibéricos muy inferior a la que les permite la superficie de su dehesa. A fin de preservar para sus hijos aquello que heredaron de sus padres.

Este es el punto perfecto en la cría del cerdo ibérico de bellota.